NAVEGAR CONTRA CORRIENTE ES NECESARIO
Ese último domingo de noviembre de 1958 cumplí quince años. Ese mismo día se realizaron las elecciones nacionales en que los blancos derrotaron a los colorados, al tiempo que, en la interna del lema, la coalición de derecha (Herrera y Nardone) vencía a la Unión Blanca Democrática, cuyo elenco dirigente se destacaba por la habilidad para ocultar las ideas más reaccionarias. En nuestro departamento los blancos duplicaron a los colorados y la lista herrero-ruralista que encabezó mi padre, duplicó a sus rivales dentro del Partido Nacional. Por consiguiente, mi padre salió elegido a la vez Consejero Nacional de Gobierno, Senador e Intendente de Lavalleja. Como “trabajé” como loco durante toda la campaña electoral, estaba más contento que perro con dos colas. Era el mejor regalo de cumpleaños; la fiesta se hizo en las calles de la ciudad de Minas, rodeado de votantes alborozados, felicitado por todos y todas.El 1º de marzo del 59 fue el cambio de gobernantes. Entusiasmado con el discurso que hacía Chicotazo, el paisanaje invadió la capital para ayudar en el desalojo de los “comunistas chapa 15” de Luis Batlle Berres. Una multitud nunca vista dejó chico al Parque de los Aliados. Atalivas Castillos me contó una vez que hasta los vecinos de Bernabé Rivera, su pueblo natal, tal vez el más aislado del país, se vinieron desde allá lejos en camión a brindar por el triunfo de los “botudos contra los galerudos”.
Mientras tanto Nardone, Juan José Gari, Faustino Harrison y mi padre se reunían con el embajador de los EEUU para cocinar el estofado; consecuencia: un año más tarde, el Contador Azzini firmó la primera carta de intención del Uruguay con el Fondo Monetario. O sea que desde adolescente aprendí que los caudillos poseen la capacidad de torcer la realidad y de hacer que esa realidad, torcida por la demagogia, haga carne en la gente, hasta en intelectuales de la talla de Methol Ferré y Claudio Williman. Regocijo de los de abajo, negocios de los de arriba... y ¡viva la democracia!
Tras 93 años de monopolio del Partido Colorado se había producido la rotación pacífica del elenco de gobierno, nada de algaradas militares ni discursos amenazantes. En aquél Uruguay de 1959, el Poder Ejecutivo era colegiado y con representación de las minorías; la iniciativa presupuestal radicaba fundamentalmente en el parlamento (régimen parlamentarista); la influencia del demonio totalitario, el comunismo internacional, estaba bajo control en Uruguay, donde reinaba la confianza en el staff de caudillos de los partidos tradicionales, elemento fundamental para que el sistema de amortiguadores funcionara aceitadamente.
Se había consagrado la autonomía de la Universidad y el cogobierno estudiantil, potestad que permitió a la FEUU invitar a Ernesto Che Guevara para que hablara en el Paraninfo en 1961. Tal vez impresionado por esas apariencias formales, su discurso nos invitó a cuidar las libertades democráticas que regían en la Suiza de América. El diario EL PAIS y las revistas VISION y LIFE comparaban nuestra democracia plebeya con la reina de todas las democracias, la estadounidense. Una apoteosis democrática.
A contra corriente de ese clima, Raúl Sendic escribió en el semanario “EL SOL” en 1958:”El régimen que impera en nuestro país tiene una cara y una careta. La careta es esa apariencia de libertad y democracia que sólo experimenta la gente rica y que se muestra para el exterior”. Criado bajo la sombra del alero ideológico de los dueños del Uruguay, de haberlas leído, esas frases de Raúl me hubieran parecido un despropósito, incomprensible que se negara a gozar del bienestar espiritual que provoca la democracia burguesa, mi padre calificaba a la gente que pensaba así de “ultrismo infantil de izquierdistas del Café Sorocabana”.
Sin embargo, las reflexiones de Sendic calzaron como anillo al dedo sobre la realidad de mucha gente: los peones de tambo apaleados por la policía al reclamar lo suyo, los obreros de UTE que habían bajado la palanca, los portuarios y de los frigoríficos que sufrieron la ocupación policial de la Villa del Cerro, los trabajadores de las arroceras, de la remolacha y de la caña de azúcar... posiblemente la gran mayoría de ellos habían votado los partidos de sus patrones, pero las luchas sindicales “avivan el seso” y los asalariados conocían muy bien la cara real de la democracia. Cuando cinco años más tarde los gobernantes blancos tomaron las primeras medidas de seguridad, del seno de esos trabajadores surgieron muchos de los que acompañaron a Raúl cuando eligió el revólver como instrumento de lucha. Fue una opción ideológica individual y colectiva, impulsada por la voluntad de colocar el horizonte revolucionario delante de las luchas sociales y políticas. Opción y horizonte que fueron abonados con cientos vidas entre 1966 y 1985, vidas contabilizadas en desapariciones forzadas, muertes en combate, asesinatos en las calles, en la tortura y en las cárceles.
Los cuarteles siguen guardando sus secretos abominables, esos que los oficiales charlan abiertamente en sus casinos, pero ocultan al poder judicial y a la opinión pública. Mientras no se conozca la verdad sobre esos crímenes la democracia uruguaya seguirá siendo una mentira. A la “nueva oficialidad” se la educa en la ley de la “omerta”, aprenden a mentir al pueblo y a eludir la justicia, a justificar los delitos de lesa humanidad como necesidades pragmáticas de la guerra “antisubversiva”, creen integrar una casta superior, la que custodia los “altos valores que hicieron la patria”. Para peor sus convicciones se ven confirmadas cuando al comandante Rosales y a los cuatro generales de división se les permite defender impunemente al general Dalmao, preso por terrorista de Estado. La misma doble moral que practican en el Congo y en Haití, escuelas donde aprenden a controlar y reprimir a los pueblos mientras hablan de paz, a deshumanizarse con disfraz de “misiones humanitarias”. En las Fuerzas Armadas actuales, la democracia burguesa está criando los pichones de cóndor que arrancarán los ojos de los pájaros el día de mañana.
¿Quién decide el monto del salario de los trabajadores, de todos, de los privados y de los públicos? El “equipo económico”, con Fernando Lorenzo a la cabeza y Pedro Buonomo de número dos, involucrados ambos en la asesoría de inversores de capital. Con Tabaré Aguerre, estanciero y “productor” arrocero. Ministros que vienen de la actividad empresarial, donde fueron educados por la tasa de rentabilidad y los “buenos negocios”, o sea, en cómo joder a los asalariados. La solidaridad es un verso para engatusar frenteamplistas.
Todos los días salen a explicar, con descaro y desparpajo, a quienes los entienden y a quienes no, que en los próximos cinco años se mantendrá la misma política económica de los cinco años anteriores, por consiguiente, en el período 2010-2015: ¡no habrá redistribución del ingreso ni de la riqueza! No cumpliremos lo prometido en la campaña electoral. Lo explican en el lenguaje hermético de su profesión para que nadie entienda mucho y repitiendo cada treinta segundos el término mágico “políticas sociales”, fetiche para atrapar votantes y consolar a los pobres que están en la lona. La única forma material de redistribuir es tomar medidas para que la masa salarial crezca mucho más que el crecimiento del producto bruto, política que el “equipo económico” y el gobierno que lo respalda no están dispuestos a tomar porque no quieren romper con la clase social dueña del Uruguay... que, en verdad, son al mismo tiempo, los dueños de esta democracia.
Por consiguiente, la desigualdad se mantendrá, la brecha social seguirá siendo mayor que antes del 2002. Cada año continuarán creciendo los asentamientos con los desalojados que no pueden pagar alquileres o cuotas, cuatro de cada diez adolescentes continuarán sin poder entrar al mercado laboral porque no saben leer y escribir lo suficiente, los ministros del interior seguirán asombrándose del crecimiento de las rapiñas y del tráfico de pasta base... también continuará aumentando la cantidad de cero quilómetros comprados por los propietarios de campos, uno de cada mil uruguayos, que vieron como se les agrandaba el patrimonio sin necesidad de trabajar, por el simple hecho del aumento del precio de la tierra en los últimos siete años: más de 30 mil millones de dólares en total se apropió el latifundio por esa vía, suma equivalente a lo que el Uruguay produce por año. Lo suficiente para comprarse varias democracias....
Los ricos serán cada vez más ricos y a los pobres les tirarán unos pesitos más para que la vayan llevando como pueden, para que sigan consintiendo desde su silencio desmovilizado la buena marcha de los negocios en el Uruguay. En el medio, los trabajadores sindicalizados, concientes de que la producción y sus precios crecen por la demanda internacional, quieren aprovechar el momento de auge y luchan por obtener una mejora sustancial en sus ingresos. A la larga sus batallas aclaran el entendimiento y permiten que muchos descubran la verdadera frontera, la que separa a los dueños del Uruguay de los asalariados, sean cuales fueren los colores partidarios.
El embajador de los EEUU, un tal “míster” Nelson, acá en Santa Catalina, a un par de cuadras de casa, mientras colocaba la piedra fundamental del futuro campo de entrenamiento para las “misiones de paz”, dijo que Uruguay y el imperio comparten los conceptos de libertad, democracia y derechos humanos,... Como nadie del gobierno salió a refutar ni una sola de sus palabras, cabe preguntarse: ¿será verdad lo que dice este hombre?, ¿no hay diferencias entre la democracia yanqui y esta “democracia a la uruguaya siglo XXI”?, ¿contienen los mismos principios de libertad y humanidad? Entonces, solo cabe decir que somos un desastre, vivimos una apariencia de vida democrática que, apenas la calienta un poco la lucha de clases, muestra los dientes y sale a ejercer el poder del Estado, volcando policías y soldados a la calle, arrojándolos sobre los que tienen el atrevimiento de reclamar recuperar salario para alcanzar la prometida redistribución del ingreso.
Más de medio siglo de “historia reciente” estiraron hasta sesenta y siete mis viejos quince años, gracias al simple hecho de sobrevivir tengo el privilegio de conocer esta nueva versión de la apoteosis democrática. Nuevos odres, por supuesto, pero los mismos viejos vinos de siempre. Desconfío de la euforia democrática, me niego a comprar las cuentas de vidrio que antes vendía el Uruguay Vallista, me niego a amanecer mordido por las mismas culebras que me mordieron cincuenta años atrás, cuando era un adolescente herrero ruralista.
En Uruguay la democracia sigue recortada por el secreto de los calabozos cuarteleros y falsificada por la demagogia de los caudillos....no creo en este tipo de democracia tan ajena a los desposeídos, tan socialmente injusta, tan protectora de la impunidad. Siento que debo decirlo así, frontalmente, aunque la mayoría crea más en las felicitaciones de Hilary Clinton que en los exabruptos antisistema pero... ¿no están hartos de tanto versos?, ¿no les caen indigestos tantos sapos?