LA HISTORIA DE CONCEPCION: 3 DECADAS DE UTOPIA
El primero de agosto de 1981, una española inició una protesta por un mundo sin armas.
Hoy, 29 años después y sin moverse de allí, el sitio sigue siendo su trinchera contra el armamentismo mundial.
Hoy, 29 años después y sin moverse de allí, el sitio sigue siendo su trinchera contra el armamentismo mundial.
Mártir por la utopía.
Era una mañana fría y yo era una turista más que buscaba afanosa el mejor ángulo de la Casa Blanca, en Washington, DC. Cuando preparaba la cámara para captar la foto, vi a Concepción Martín Piccioto, la española que lleva 29 años, al frente de la Casa Blanca, en vigilia permanente por la paz, las 24 horas al día.
Estaba parada junto a la pequeña carpa que le sirve de residencia, en los jardines del Parque de Lafayette, frente al costado que da a los dormitorios presidenciales.
Vive ahí desde el primero de agosto de 1981, cuando era presidente Jimmy Carter.
Se instaló con un puñado de ropa y una pancarta en la que clamaba justicia por un
drama personal que la mantenía afligida y al que no le hallaba solución
en los tribunales: la pérdida de la patria potestad de su hija Olga, de
7 años, entregada a su ex esposo, un ciudadano italo-americano del que se divorciaba.
Los
esfuerzos de Concepción por recuperar a su hija fueron infructuosos. La
justicia nunca reversó el fallo y ella se mantuvo por siempre
protestando frente al domicilio de los Presidentes estadounidenses.
Solo que con los días el motivo de su protesta se tornó más universal y noble: inspirada en otro pacifista, Thomas Doubting, quien ya se mantenía en vigilia permanente por la Paz, defendiendo un mundo libre de armas nucleares.
Han pasado 29 años. Concepción ya tiene 65 años aunque luce mayor por su rostro enjuto, desdentado y su piel tostada por las temperaturas extremas que ha soportado, a veces bajo cero grados en inviernos y sobre 30, en veranos.
La mañana fría en que la conocí lucía apocada y amilanada por los maltratos que recibe, pero aún así sonaba impetuosa al tratar de hacerle entender a los turistas, que pasaban por el área a sacar fotografías de la Casa Blanca, que “no podemos vivir en continua amenaza de una guerra nuclear mundial, que significaría el fin de la humanidad”.
Accedió a la entrevista de SINCENSURA, no sin antes preguntar por mi nacionalidad y entregarme unas fotocopias con noticias sobre víctimas de las guerras de Irak y Afganistán y de la amenaza nuclear entre las Coreas, del Norte y del Sur y entre Israel y los países árabes.
Al escuchar que yo era colombiana cuestionó la
conveniencia del acuerdo militar firmado por el presidente Álvaro
Uribe, que permite a tropas estadounidenses moverse libremente en siete
bases militares en Colombia.
Este acuerdo hoy podría aparecer como el motivo fundamental y básico para que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tomara la determinación política y diplomática de romper relaciones con Colombia.
“El presidente Uribe no debió firmarlo”, reiteró, luciendo informada de la realidad internacional, inclusive de la colombiana, país del tercer mundo, que de pronto no podría ser de interés prioritario en el boom de la política internacional.
Lo
primero que supe de ella es que para cumplir su protesta, tan noble
como inútil, se ha sometido a sacrificios extremos: como dormir sentada
en una especie de cajón, pues las autoridades han endurecido las reglas,
negando el derecho a dormir acostadas a las personas que mantienen
vigilia en la zona.
Le pregunto entonces si vale la pena lo penoso de su vigilia permanente.
Asegura:
“es aquí mismo, en los EU, donde urgen cambios – de actuar y de
mentalidad – que quiebren la postura armamentista y el militarismo que
amenaza la raza humana”.
La controvierto dicièndole que no obstante su lucha pacifica y sus sacrificios extremos, poco ha cambiado la carrera armamentista de los EU y del resto del Planeta. Hace un gesto de desdén y guarda silencio unos segundos, para luego decir que “no ve nada más importante que la paz”.
-¿Donde come? le pregunto, mientras ella a su vez le pregunta por su nacionalidad a los turistas que se acercan a quienes también les entrega fotocopias con noticias de la guerra, de acuerdo al idioma.
-¿Donde come? le pregunto, mientras ella a su vez le pregunta por su nacionalidad a los turistas que se acercan a quienes también les entrega fotocopias con noticias de la guerra, de acuerdo al idioma.
Con desgano señala un banano y un sanduche de pan integral, aun sin empezar, que tiene refundidos entre las revistas.
-Me lo dan en una cafetería de la Pennsylvania Avenue, donde también me dejan bañar y consultar mi pagina de internet: http://prop1.org/conchita/ ,contesta tardíamente.
Miro el reloj y veo que son casi las diez de la mañana y Concepción sigue sin deseos de comer.
- ¿No tiene hambre? pregunto, insistente.
-
No –contesta- perdí el apetito. Hace un año murió Thomas, quien me
inspiró esta protesta, con quien soporte el acoso de la policía, las
persecuciones de extremistas radicales, la pobreza y la discriminación.
- ¿De que murió?
-Lo mató la vida-, dice; se ahogó en el silencio, no soportó mas las humillaciones que le impusieron para debilitar su protesta.
Luego muestra una foto donde el aparece escuálido y demacrado, pero sonriente; está sentado en su carpa, al costado izquierdo de la carpa de Concepción, separado unos 30 metros
de ella. Con sus dedos simboliza la v de victoria, junto a un par de
pancartas que piden el cese de la alucinación armamentista mundial.
Entiendo entonces su desconsuelo y su inapetencia.
-¿En estos 30 años de protesta pacifista algún presidente se ha acercado a hablar con usted?
-Ninguno, dice en tono tajante
¿Y…alguna Primera Dama?
-Ninguna, dice y luego asociando con fragmentos del pasado asegura que no guarda buenos recuerdos del mandatario Jimmy Carter.
Entiendo entonces su desconsuelo y su inapetencia.
-¿En estos 30 años de protesta pacifista algún presidente se ha acercado a hablar con usted?
-Ninguno, dice en tono tajante
¿Y…alguna Primera Dama?
-Ninguna, dice y luego asociando con fragmentos del pasado asegura que no guarda buenos recuerdos del mandatario Jimmy Carter.
"En su gobierno padecí encarcelamientos, abusos físicos y sicológicos, estuve varias veces en la cárcel”, dice, para luego añadir que “ha sido el más tosco de todos”.
-¿Por qué continua en su penosa protesta?
-Estoy aquí para desenmascarar la política de genocidio llevada a cabo por escuadrones de la muerte, entrenados y financiados por potencias extranjeras. En El Salvador,
por ejemplo, torturaron y mataron a seis padres jesuitas y dos de sus
colaboradores. Cinco de esos padres eran españoles de nacimiento.
Recordemos también la masacre de la Embajada de España en Guatemala, y el periodista español asesinado en la invasión de Panamá.
En el Medio Oriente ahora, lejos de promoverse una resolución pacifica, se producen mas de un millón de muertos entre las guerras de Afganistán e Irak. Y recientemente los anuncios sobre ataques inminentes contra Irán y posteriormente Corea del Norte.
¡Jamás debemos cooperar con semejantes crímenes!
-¿Completa ya tres dècadas de protesta...¿Hasta cuando irá su lucha?
- Hasta que Dios quiera, dice y calla.
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